Hoy en día, cuando un hombre y una mujer forman una pareja, suele ser porque sienten amor el uno por el otro. La mayoría de las veces, creen que la calidad de sus sentimientos y su buena voluntad serán suficientes para hacer feliz la relación y garantizar su duración.
Desafortunadamente, las cosas no siempre resultan como se esperaba. Más temprano que tarde, y a menudo durante una crisis aguda o como resultado de conflictos recurrentes, descubren que ese hermoso proyecto es mucho más difícil de llevar a cabo de lo que parecía al principio. En ese momento, se sienten desconcertados e impotentes frente a una situación que no comprenden o a la que suelen atribuir explicaciones erróneas. Estas explicaciones equivocadas suelen centrarse en la pareja, lo que no hace más que agravar la situación.
No comprenden lo que está ocurriendo porque el origen de las dificultades es inconsciente. Por ejemplo, nuestra relación con el otro género está profundamente influenciada por experiencias relacionales, a veces antiguas (infancia, adolescencia), que han moldeado nuestra percepción del hombre, de la mujer y de la pareja (ya sea con confianza o con desconfianza). Esto, sin que siempre lo notemos, afecta nuestra relación de pareja.
Los consejos de amigos o familiares, aunque bien intencionados, ofrecen un apoyo cálido pero no permiten captar toda la complejidad de la situación. En este contexto, la perspectiva de un especialista neutral y con experiencia puede ser de gran ayuda. Al analizar las interacciones entre los miembros de la pareja, el especialista les ayuda a tomar conciencia, poco a poco, de lo que está oculto y que impide que la relación funcione correctamente.
En las páginas siguientes, detallaremos algunas de las dificultades más comunes que enfrentan las parejas e indicaremos cómo el Análisis Relacional de Pareja puede ofrecer soluciones efectivas.
Si se logra superar el sufrimiento que conlleva, la infidelidad puede convertirse en una oportunidad para replantear de manera saludable el lugar de cada miembro dentro de la relación.
Aunque resulta complicado establecer estadísticas precisas en un tema tan sensible y privado, es evidente que este problema afecta a muchas parejas, generando un profundo dolor y provocando numerosas separaciones.
Hoy en día, algunas personas sostienen que la infidelidad sexual, mantenida más o menos en secreto, puede garantizar la continuidad y estabilidad de la pareja. Este enfoque puede ser adecuado para ciertas personas, pero su principal inconveniente es que implica renunciar a una verdadera intimidad en la relación.
El papel del analista relacional no es emitir un juicio moral sobre la infidelidad, sino ayudar a las parejas que sufren a salir de una situación dolorosa. Su objetivo es ayudar a cada miembro de la pareja a clarificar sus sentimientos y recuperar su equilibrio emocional. Al mismo tiempo, busca comprender las emociones involucradas (como la ira, la tristeza, la incredulidad o la culpa) sin juzgar ni condenar a nadie. El analista trabaja para que los miembros de la pareja puedan tomar perspectiva sobre lo ocurrido, entender las razones detrás de la infidelidad y, en caso de seguir juntos, evitar repetir los patrones disfuncionales que facilitaron el problema.
De esta forma, ayuda a las parejas que lo deseen a reconstruir su relación sobre bases más sólidas.
El desenlace de una infidelidad es impredecible. Puede llevar a una separación, ya que para quien se siente «traicionado» la herida puede ser demasiado profunda y el perdón, imposible. Sin embargo, también puede convertirse en el punto de partida para una reflexión más profunda y un nuevo comienzo positivo para la relación.
¿Qué hacer para tranquilizar a una pareja celosa cuando no tiene motivos para estarlo?
En general, el sentimiento amoroso no se comparte, va acompañado de un deseo de exclusividad. Nos guste o no, así es en la gran mayoría de las parejas.
La indiferencia respecto a lo que el otro pueda vivir en su vida amorosa y/o sexual suele ser, en realidad, una postura adoptada para protegerse de un compromiso amoroso demasiado amenazante.
Es cierto que una intimidad profunda puede despertar en algunas personas sentimientos de celos infantiles. Estos sentimientos pueden dar lugar a un exceso de posesividad.
Los comportamientos sospechosos hacia las actividades del cónyuge pueden volverse insoportables para el otro.
Esta celosía exacerbada, que no respeta al cónyuge, corre el riesgo de destruir la relación.
El análisis relacional, al explorar tanto las interacciones entre los cónyuges como su historia personal, puede ser de gran ayuda en una situación que genera mucho sufrimiento.
Hay que tomárselo muy en serio.
La ausencia o la mala calidad de las relaciones sexuales en una pareja genera frustración y resentimiento. Es un asunto que debe tomarse muy en serio porque, a largo plazo, puede cuestionar la misma existencia de la relación.
Una de las motivaciones para vivir en pareja es la posibilidad de disfrutar de una vida sexual regular y placentera con un compañero que atrae. Como consecuencia, la mala calidad de la vida sexual, o incluso su ausencia prolongada, genera frustración y tensiones dentro de la pareja. Desde el punto de vista del análisis relacional (y de la sexología), esta discordia sexual generalmente está vinculada a problemas relacionales, siendo la manifestación más sensible de estos problemas. Por ello, debe abordarse de manera global, sin aislar el síntoma sexual del resto de la relación.
Esta discordia puede manifestarse de manera más evidente en uno de los dos miembros de la pareja:
Es tentador cargar con la responsabilidad del fracaso a quien muestra el síntoma. Sin embargo, esto no resuelve nada, y por el contrario, solo empeora la situación. Es importante que ambos miembros de la pareja reconozcan que se trata de un problema compartido y colaboren en su resolución.
La mayoría de las parejas que buscan ayuda se quejan de una mala comunicación, o incluso de la falta total de comunicación entre ellos. Consideran que esto es la causa principal de sus desacuerdos.
Esta queja puede manifestarse de diversas maneras: ausencia total de comunicación (ya no hablamos entre nosotros), discusiones (no podemos hablar sin discutir), incomprensión, etc.
En realidad, esta mala comunicación no es más que la consecuencia de un estado deteriorado de la relación. Generalmente, no nos entendemos porque no nos escuchamos. Inconscientemente, la otra persona se ha convertido en una amenaza de la que debemos protegernos, contra cuya crítica necesitamos defendernos. Así que ya no se hace (o ya no se hace de manera auténtica) el esfuerzo por entenderse. Y cuando no nos entendemos, las cosas solo empeoran, quedamos atrapados en un círculo vicioso.
Restablecer una buena comunicación es fundamental, y gran parte del trabajo en terapia se enfoca en ello, pero esto solo es posible si somos conscientes de los obstáculos inconscientes que impiden esa comunicación.
Estos obstáculos se traducen a menudo en emociones que distorsionan la percepción que tenemos del otro, lo que genera, generalmente, una reacción más o menos agresiva.
La ayuda de un profesional de las relaciones de pareja es frecuentemente necesaria. De hecho, la simple buena voluntad no siempre es suficiente para modificar una situación bloqueada que involucra emociones difíciles de controlar.
Es bastante raro que en algún momento el dinero no sea un problema en una pareja, ya que, más allá de la comodidad que ofrece, el dinero tiene un valor simbólico muy grande.
Las preguntas que plantea son muchas:
En todos estos temas, una comunicación serena suele ser imposible, ya que se considera inapropiado y mal visto darle demasiada importancia a cuestiones materiales, especialmente cuando se habla de pareja y amor ♥♥♥. Sin embargo, estos temas son muy importantes y merecen que se les preste atención seria, ya que pueden alimentar resentimientos y llevar a comportamientos agresivos dentro de la pareja. Trabajarlos también es una excelente forma de poner de manifiesto la lucha de poder secreta que libran todas las parejas.
¡Siempre le das la razón a tu madre!
«Siempre tomas el partido de tu madre contra mí», «No me apoyas frente a tus padres», «Eres como un niño con tu familia, no has cortado el cordón umbilical…»
Estos son reproches que se repiten con frecuencia en las quejas de uno u otro en las consultas de pareja. A menudo es muy difícil diferenciar entre la posesividad excesiva de algunos que no soportan que su pareja mantenga relaciones cercanas con su familia y el caso en el que, efectivamente, uno de los dos tiene dificultades para posicionarse como adulto frente a sus padres.
Cada uno, por supuesto, «ve la vida a su manera» y privilegia la explicación que más le favorece.
¿Qué es «normal» y qué no lo es en el deseo de seguir estando cerca de la familia y ser el interlocutor privilegiado de la pareja? Es bajo esta forma que suele plantearse la pregunta.
Las familias reconstituidas son cada vez más numerosas y provocan conflictos frecuentes en las relaciones de pareja. ¿Cuál es el lugar del nuevo cónyuge frente a los hijos que, por su parte, a menudo tienen dificultades para aceptar la autoridad de alguien que no es su padre biológico?
¿Cómo tratar a los propios hijos y a los de la pareja de manera equitativa, especialmente cuando todos viven juntos?
¿Cómo no sobreproteger a los propios hijos frente a otro que se percibe como injusto y/o sin amor por aquellos que no son sus propios hijos?
Estas son las preguntas que se plantean muchas parejas cuyos miembros tienen hijos de un primer matrimonio.
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