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PROBLEMAS DE PAREJA

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Las razones de las dificultades en la pareja

¡No siempre son las que uno piensa!

Hoy en día, cuando un hombre y una mujer forman una pareja, suele ser porque sienten amor el uno por el otro. La mayoría de las veces, creen que la calidad de sus sentimientos y su buena voluntad serán suficientes para hacer feliz la relación y garantizar su duración.

Desafortunadamente, las cosas no siempre resultan como se esperaba. Más temprano que tarde, y a menudo durante una crisis aguda o como resultado de conflictos recurrentes, descubren que ese hermoso proyecto es mucho más difícil de llevar a cabo de lo que parecía al principio. En ese momento, se sienten desconcertados e impotentes frente a una situación que no comprenden o a la que suelen atribuir explicaciones erróneas. Estas explicaciones equivocadas suelen centrarse en la pareja, lo que no hace más que agravar la situación.

No comprenden lo que está ocurriendo porque el origen de las dificultades es inconsciente. Por ejemplo, nuestra relación con el otro género está profundamente influenciada por experiencias relacionales, a veces antiguas (infancia, adolescencia), que han moldeado nuestra percepción del hombre, de la mujer y de la pareja (ya sea con confianza o con desconfianza). Esto, sin que siempre lo notemos, afecta nuestra relación de pareja.

¿Cómo descubrir lo que está oculto?

Los consejos de amigos o familiares, aunque bien intencionados, ofrecen un apoyo cálido pero no permiten captar toda la complejidad de la situación. En este contexto, la perspectiva de un especialista neutral y con experiencia puede ser de gran ayuda. Al analizar las interacciones entre los miembros de la pareja, el especialista les ayuda a tomar conciencia, poco a poco, de lo que está oculto y que impide que la relación funcione correctamente.

En las páginas siguientes, detallaremos algunas de las dificultades más comunes que enfrentan las parejas e indicaremos cómo el Análisis Relacional de Pareja puede ofrecer soluciones efectivas.

Disputas y conflictos

Detrás de las peleas, cuestiones inconscientes…
  • La vida se ha vuelto un infierno. ¡Ya no podemos hablar sin que todo termine en una pelea!
  • Cada vez que digo algo, ¡lo malinterpreta!
  • Discutimos por tonterías.
¿Cuántas veces no escuchamos estas frases en las consultas de pareja? Los miembros sienten que han perdido el control sobre su comunicación y que están atrapados en una espiral de conflictos. A menudo, incluso en las sesiones, vuelven a surgir los mismos debates interminables, y el analista a veces tiene dificultades para detener el proceso. Esto ocurre porque, muchas veces, el tema original de la discusión ha cambiado sin que ninguno de los dos lo note realmente. Ahora, lo importante no es resolver el problema, sino tener la última palabra y evitar sentir que se pierde. La rivalidad inconsciente se convierte en el motor y el objetivo principal del debate. No perder se transforma en una cuestión casi existencial. En otros casos, lo crucial es demostrar que el otro es el responsable de las dificultades de la relación. Esto sirve para combatir la propia culpa o las dudas sobre la capacidad de construir una relación armoniosa. Este tipo de discusiones, estériles, se convierten en un juego de ping-pong emocional, donde ambos se devuelven la culpa sin que nadie gane realmente la partida. La única manera de superar estas dinámicas es descubrir qué está sucediendo en realidad y cuáles son los verdaderos motivos de este enfrentamiento. Esto requiere la ayuda de un profesional capacitado y, sobre todo, una auténtica disposición a cuestionarse a uno mismo, en lugar de centrarse únicamente en culpar al otro.

Ruptura, divorcio, separación

¿Y si fuera posible evitar llegar a este punto? Con frecuencia, la separación no es un destino inevitable, siempre que las personas estén dispuestas a reflexionar sinceramente sobre los problemas en la relación y a trabajar para solucionarlos. A diferencia de lo que ocurría hace unas décadas, hoy en día el divorcio y la separación ya no son tabúes, y las parejas dudan menos en tomar la decisión de separarse. A veces, sin embargo, la separación es la única salida posible en situaciones tan deterioradas que parecen irreparables, con resentimientos y heridas acumuladas a lo largo del tiempo. Esto es especialmente cierto cuando una de las partes ya ha iniciado una relación con otra persona. Pero, antes de llegar a este punto, algunas parejas que no desean resignarse tan rápidamente intentan una última medida acudiendo a un analista relacional. Aunque esta intervención no siempre conduce a una reconciliación, en muchos casos logra restablecer un diálogo roto y permite comprender las razones por las que la relación llegó a este estado. La incomprensión de lo que ocurre suele ser una fuente de sufrimiento para muchos. Además, algunas personas piensan, con razón, que este proceso puede ayudarlas a evitar cometer los mismos errores en el futuro. Por otra parte, un divorcio, separación o ruptura siempre deja huellas en la psique de quienes lo experimentan, ya que genera emociones intensas y, a menudo, destructivas (culpa, desvalorización, ira, vergüenza…). El trabajo en análisis relacional también ayuda a los (ex)parejas a superar estas dificultades y avanzar emocionalmente.

La pareja y la educación de los hijos

La cuestión de los hijos genera numerosos conflictos dentro de las parejas. Incluso cuando ambos estaban de acuerdo en tener hijos, no siempre coinciden en cómo educarlos. Con frecuencia, uno es acusado de ser demasiado permisivo, mientras que el otro es señalado como demasiado estricto. Aquí, más que en otros aspectos, se confirma el principio de repetición: solemos educar a nuestros hijos siguiendo los mismos principios que adoptaron nuestros padres. Además, la actitud de uno a menudo responde a cómo percibe la actitud del otro. Más profundamente, los hijos suelen convertirse en el centro de una rivalidad inconsciente entre los padres: ¿quién es el mejor progenitor? ¿A quién prefieren los niños? ¿De quién están más cerca? En ocasiones, uno de los dos siente que su pareja dedica demasiada atención a los hijos, relegándolo a un segundo plano. En otros casos, los desacuerdos surgen por la importancia que se otorga a temas como los estudios o la disciplina. Cada uno se aferra a principios aparentemente inamovibles para justificar su postura y defender su punto de vista, sin darse cuenta de los verdaderos motivos detrás de estos conflictos. El papel del analista relacional es revelar las auténticas dinámicas de esta lucha de poder dentro de la pareja parental, para reducir las tensiones y garantizar que los hijos no se conviertan en rehenes de estas disputas.

¿Puede la pareja sobrevivir a la infidelidad?

Si se logra superar el sufrimiento que conlleva, la infidelidad puede convertirse en una oportunidad para replantear de manera saludable el lugar de cada miembro dentro de la relación.

Aunque resulta complicado establecer estadísticas precisas en un tema tan sensible y privado, es evidente que este problema afecta a muchas parejas, generando un profundo dolor y provocando numerosas separaciones.

Hoy en día, algunas personas sostienen que la infidelidad sexual, mantenida más o menos en secreto, puede garantizar la continuidad y estabilidad de la pareja. Este enfoque puede ser adecuado para ciertas personas, pero su principal inconveniente es que implica renunciar a una verdadera intimidad en la relación.

El papel del analista relacional no es emitir un juicio moral sobre la infidelidad, sino ayudar a las parejas que sufren a salir de una situación dolorosa. Su objetivo es ayudar a cada miembro de la pareja a clarificar sus sentimientos y recuperar su equilibrio emocional. Al mismo tiempo, busca comprender las emociones involucradas (como la ira, la tristeza, la incredulidad o la culpa) sin juzgar ni condenar a nadie. El analista trabaja para que los miembros de la pareja puedan tomar perspectiva sobre lo ocurrido, entender las razones detrás de la infidelidad y, en caso de seguir juntos, evitar repetir los patrones disfuncionales que facilitaron el problema.

De esta forma, ayuda a las parejas que lo deseen a reconstruir su relación sobre bases más sólidas.

El desenlace de una infidelidad es impredecible. Puede llevar a una separación, ya que para quien se siente «traicionado» la herida puede ser demasiado profunda y el perdón, imposible. Sin embargo, también puede convertirse en el punto de partida para una reflexión más profunda y un nuevo comienzo positivo para la relación.

¿Una celosía excesiva destruye sin remedio las parejas?

¿Qué hacer para tranquilizar a una pareja celosa cuando no tiene motivos para estarlo?

En general, el sentimiento amoroso no se comparte, va acompañado de un deseo de exclusividad. Nos guste o no, así es en la gran mayoría de las parejas.

La indiferencia respecto a lo que el otro pueda vivir en su vida amorosa y/o sexual suele ser, en realidad, una postura adoptada para protegerse de un compromiso amoroso demasiado amenazante.

Es cierto que una intimidad profunda puede despertar en algunas personas sentimientos de celos infantiles. Estos sentimientos pueden dar lugar a un exceso de posesividad.

Los comportamientos sospechosos hacia las actividades del cónyuge pueden volverse insoportables para el otro.

Esta celosía exacerbada, que no respeta al cónyuge, corre el riesgo de destruir la relación.

El análisis relacional, al explorar tanto las interacciones entre los cónyuges como su historia personal, puede ser de gran ayuda en una situación que genera mucho sufrimiento.

El desacuerdo sexual genera frustración y resentimiento

Hay que tomárselo muy en serio.

La ausencia o la mala calidad de las relaciones sexuales en una pareja genera frustración y resentimiento. Es un asunto que debe tomarse muy en serio porque, a largo plazo, puede cuestionar la misma existencia de la relación.

Una de las motivaciones para vivir en pareja es la posibilidad de disfrutar de una vida sexual regular y placentera con un compañero que atrae. Como consecuencia, la mala calidad de la vida sexual, o incluso su ausencia prolongada, genera frustración y tensiones dentro de la pareja. Desde el punto de vista del análisis relacional (y de la sexología), esta discordia sexual generalmente está vinculada a problemas relacionales, siendo la manifestación más sensible de estos problemas. Por ello, debe abordarse de manera global, sin aislar el síntoma sexual del resto de la relación.

Esta discordia puede manifestarse de manera más evidente en uno de los dos miembros de la pareja:

  • En los hombres: eyaculación precoz, dificultades de erección, dificultades para eyacular…
  • En las mujeres: falta o debilidad del deseo, ausencia de placer, dolor durante las relaciones sexuales…

Es tentador cargar con la responsabilidad del fracaso a quien muestra el síntoma. Sin embargo, esto no resuelve nada, y por el contrario, solo empeora la situación. Es importante que ambos miembros de la pareja reconozcan que se trata de un problema compartido y colaboren en su resolución.

Ya no nos entendemos

La mayoría de las parejas que buscan ayuda se quejan de una mala comunicación, o incluso de la falta total de comunicación entre ellos. Consideran que esto es la causa principal de sus desacuerdos.

Esta queja puede manifestarse de diversas maneras: ausencia total de comunicación (ya no hablamos entre nosotros), discusiones (no podemos hablar sin discutir), incomprensión, etc.

En realidad, esta mala comunicación no es más que la consecuencia de un estado deteriorado de la relación. Generalmente, no nos entendemos porque no nos escuchamos. Inconscientemente, la otra persona se ha convertido en una amenaza de la que debemos protegernos, contra cuya crítica necesitamos defendernos. Así que ya no se hace (o ya no se hace de manera auténtica) el esfuerzo por entenderse. Y cuando no nos entendemos, las cosas solo empeoran, quedamos atrapados en un círculo vicioso.

Restablecer una buena comunicación es fundamental, y gran parte del trabajo en terapia se enfoca en ello, pero esto solo es posible si somos conscientes de los obstáculos inconscientes que impiden esa comunicación.

Estos obstáculos se traducen a menudo en emociones que distorsionan la percepción que tenemos del otro, lo que genera, generalmente, una reacción más o menos agresiva.

La ayuda de un profesional de las relaciones de pareja es frecuentemente necesaria. De hecho, la simple buena voluntad no siempre es suficiente para modificar una situación bloqueada que involucra emociones difíciles de controlar.

El dinero en la pareja: el motor de la guerra

Es bastante raro que en algún momento el dinero no sea un problema en una pareja, ya que, más allá de la comodidad que ofrece, el dinero tiene un valor simbólico muy grande.

Las preguntas que plantea son muchas:

  • La persona que maneja las cuentas tiene un poder real, especialmente si mantiene a la otra alejada de esas «preocupaciones». De hecho, su opinión suele ser determinante en cuanto a los gastos, ya que invoca un «principio de realidad» al que es difícil oponerse.
  • Cuando la diferencia de ingresos es significativa, quien gana más puede sentirse injusticiado, con la sensación de que aporta más que el otro a las necesidades de la familia, y que este otro se beneficia demasiado del dinero que él o ella gana.
  • Lo que hace unas décadas habría sido inconcebible, hoy en día es… moneda corriente: muchas mujeres ganan más que sus maridos. Aunque las mentalidades han cambiado mucho en este aspecto, no es raro que algunos hombres, pero también algunas mujeres, no se sientan cómodos con esta situación, que va en contra de los modelos sociales clásicos que aún perduran en la mente de muchos.

En todos estos temas, una comunicación serena suele ser imposible, ya que se considera inapropiado y mal visto darle demasiada importancia a cuestiones materiales, especialmente cuando se habla de pareja y amor ♥♥♥. Sin embargo, estos temas son muy importantes y merecen que se les preste atención seria, ya que pueden alimentar resentimientos y llevar a comportamientos agresivos dentro de la pareja. Trabajarlos también es una excelente forma de poner de manifiesto la lucha de poder secreta que libran todas las parejas.

Familles, belles-mères, familles recomposées ?

¡Siempre le das la razón a tu madre!

«Siempre tomas el partido de tu madre contra mí», «No me apoyas frente a tus padres», «Eres como un niño con tu familia, no has cortado el cordón umbilical…»

Estos son reproches que se repiten con frecuencia en las quejas de uno u otro en las consultas de pareja. A menudo es muy difícil diferenciar entre la posesividad excesiva de algunos que no soportan que su pareja mantenga relaciones cercanas con su familia y el caso en el que, efectivamente, uno de los dos tiene dificultades para posicionarse como adulto frente a sus padres.

Cada uno, por supuesto, «ve la vida a su manera» y privilegia la explicación que más le favorece.

¿Qué es «normal» y qué no lo es en el deseo de seguir estando cerca de la familia y ser el interlocutor privilegiado de la pareja? Es bajo esta forma que suele plantearse la pregunta.

Las familias reconstituidas son cada vez más numerosas y provocan conflictos frecuentes en las relaciones de pareja. ¿Cuál es el lugar del nuevo cónyuge frente a los hijos que, por su parte, a menudo tienen dificultades para aceptar la autoridad de alguien que no es su padre biológico?

¿Cómo tratar a los propios hijos y a los de la pareja de manera equitativa, especialmente cuando todos viven juntos?

¿Cómo no sobreproteger a los propios hijos frente a otro que se percibe como injusto y/o sin amor por aquellos que no son sus propios hijos?

Estas son las preguntas que se plantean muchas parejas cuyos miembros tienen hijos de un primer matrimonio.

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